jueves, 28 de noviembre de 2013

DIEZ COSAS QUE DEBERÍAS SABER SOBRE LOS CRÍMENES DEL FRANQUISMO

ESPAÑA, UNA GRAN FOSA COMUN

DIEZ COSAS QUE DEBERÍAS SABER SOBRE LOS CRÍMENES DEL FRANQUISMO 

 1.- El 18 de julio de 1936 no comenzó una guerra civil. Lo que ocurrió fue que un grupo de militares dio un golpe de estado contra un gobierno elegido democráticamente. 

 2.- El golpe de estado fue apoyado de forma militar, ideológica y económica por la Alemania de Hitler. Cuando la rebelión no triunfó en todo el territorio, la Alemania nazi empezó a probar su armamento contra civiles indefensos, en un ensayo de lo que haría posteriormente en Europa. 

3.- Cientos de miles de personas murieron como resultado de la contienda. Todavía siguen enterradas en fosas comunes más de 100.000 personas, que fueron asesinadas por quienes se levantaron contra el orden constitucional. 

4.- La mayoría de las personas que siguen sin identificar en las fosas no había ido a ninguna guerra. Fueron exterminadas dentro de la estrategia del golpe militar de eliminar cualquier posible disidencia y atemorizar al conjunto de la población. 

5.- Pinochet confesó su admiración por esta forma de alzamiento militar y la aplicó en Chile. Fue uno de los pocos jefes de Estado que acudió al funeral de Franco. 

6.- La represión no terminó en 1939. Los crímenes, torturas y graves violaciones de derechos humanos se prolongaron durante décadas, hasta el final del franquismo. El prestigioso historiador Paul Preston ha señalado que no existe equivalente en Europa respecto a la intensidad y duración de estas atrocidades de Estado. 

7.- España es el segundo lugar del mundo con más desaparecidos, por detrás de Camboya. La ONU ha exigido a nuestros poderes estatales que protejan los derechos de los familiares de las víctimas del franquismo. 

8.- El Tribunal Supremo consideró que ya no podían ser investigados penalmente los crímenes del franquismo. Remitió a los familiares de las víctimas a la Ley de la Memoria Histórica, para que por parte de la administración pública se procediera a las exhumaciones de los restos mortales. El Gobierno actual paralizó al comenzar su mandato el plan de exhumaciones que se inició en su momento. 

9.- Resulta vergonzoso que un Estado democrático mantenga sin identificar y sin una sepultura digna a las víctimas mortales de un régimen totalitario.

10.- Ante esta situación todos podemos hacer mucho. Es perfectamente posible que los muertos por sus convicciones democráticas salgan por fin de las fosas. Generemos un amplio estado de opinión a favor de las exhumaciones. Reclama al Gobierno que respete el derecho de los familiares a recuperar los restos de sus seres queridos. No olvidemos a quienes dieron su vida por una sociedad más justa.

JOAQUIM BOSCH Magistrado y portavoz de Jueces para la Democracia

domingo, 13 de octubre de 2013

Empar Moliner - Si jo em sentís catalana i espanyola

Si jo em sentís catalana i espanyola...

EMPAR MOLINER
Actualitzada el 12/10/2013 00:00

Si em sentís catalana i espanyola i avui volgués manifestar-me per demostrar que estimo la pàtria, em sabria greu no haver sabut muntar un sarau il·lusionador i pacífic i alegre i per a tots els públics com el dels independentistes catalans. I em sabria greu que, al segle XXI, el dia de la meva pàtria encara estigués associat a una desfilada de les forces armades, amb la despesa inútil de benzina d'avió, dietes, allotjaments, preservatius de talla extra large i desodorant Axe. I em sabria greu recordar Brassens, que no s'aixecava del llit per la música militar.

I em sabria greu que a les manifestacions també hi anessin ultradretans violents i perillosos. I em sabria greu no haver estat capaç de cohesionar a tothom en una festa moderna. I em sabria greu que haguessin de venir autocars de Madrid i d'altres punts d'Espanya, per trenta euros, perquè a Catalunya no hi ha prou espanyolistes. I em sabria greu que el ministeri de Defensa hagués posat un anunci poètic i enrotllat als diaris per promoure el dia. 

Em sabria greu que, tot i la poca gent, no es poguessin evitar els aldarulls i els insults i el mal rotllo. Em sabria greu mirar la Sánchez-Camacho i en Cañas i pensar en Eugenio cridant " ¿Que hay alguien más? " Em sabria greu sentir-me com una multinacional de l'alimentació davant d'una botiga de queviures ecològics. Em sabria greu que cap dels partits polítics espanyolistes no hagués fet una crida contundent a combatre els energúmens, els franquistes amb ulleres fosques i braç enlaire, resistint-se, encara, anys i anys més tard, a perdre tot el que van tenir. Em sabria greu que no hi hagués cap opció política d'esquerres que representés els meus sentiments. Em sabria greu que l'amor a Espanya, potinejat irremeiablement pel franquisme, ara només fos patrimoni dels de dretes. 

Per sort, avui formo part, finalment, de la majoria silenciosa en pijama.

martes, 1 de octubre de 2013

Admiremos a Catalunya



Admiremos a Cataluña (eldiario.es)

Lo que ha ocurrido en Cataluña hace historia en las luchas democráticas y es ejemplar, como tantas veces Cataluña nos ha dado una lección. Pero las lecciones las aprende quien no tiene prejuicios y quiere aprender.

Suso de Toro 

Los medios de comunicación de alcance estatal, todos ellos radicados en Madrid, crearon durante décadas una conciencia de España que falseó su realidad. En ese falseamiento Cataluña fue ignorada y despachada bajo clichés interesados, así la generalidad de la población española ignora todo de Cataluña y en cambio está llena de prejuicios hacia los catalanes. Nos pintaron una Cataluña provinciana, encerrada, aburrida, fracasada, obsoleta... Pero la Diada de este año marca un punto y aparte, es un desmentido a todo eso y muestra un país lleno de energía. En adelante los españoles mirarán hacia allí con curiosidad unos y con temor y desconfianza otros, pero muchos querrán comprender lo que ha ocurrido. Lo que ha ocurrido se veía venir si uno se acercaba allí y se molestaba en escuchar lo que decían y sentían las personas que allí vivían pero simplemente se lo ocultaron, en cambio la prensa informaba con mayor o menor extensión un mes sí y otro también de que un niño no podía recibir clases en castellano, de que perseguían a las corridas de toros... Todo parecían mezquindades. Y de repente aparecen más de un millón de catalanes pidiendo la independencia. ¿Dónde estaba tanta gente que no nos lo contaron?

Pero aunque parezca increíble el día siguiente a un acto cívico y político tan importante, no sé si tendrá parangón en Europa, pudimos leer titulares que se mofaban e informaciones que lo minusvaloraban alimentando la ceguera de sus lectores. Lo que ha ocurrido en Cataluña hace historia en las luchas democráticas y es ejemplar, como tantas veces Cataluña nos ha dado una lección. Pero las lecciones las aprende quien no tiene prejuicios y quiere aprender. Particularmente reconozco que tengo prejuicios pero también me gusta aprender y de los catalanes aprendí muchas cosas. Aunque esté mal visto en España, no tengo pudor en reconocer que admiro a la sociedad catalana.

Como gallego, soy ciudadano de un país derrotado que no ha sido capaz de sobreponerse a su historia, que no supo detener expolios ni humillaciones, falto de orgullo colectivo y nervio cívico y, como español, vengo de un país fratricida e incívico, marcado por un régimen que lo degradó hasta el extremo, una experiencia histórica traumática y profunda que suele ser despachada interesadamente como “la dictadura”. Y por eso descubrí y envidié las semillas de libertad y civilidad que llegaban desde Cataluña, desde la renovación pedagógica de “Rosa Sensat”, cuando aún interesaba la educación como liberadora, hasta la lucha obrera del PSUC y los libertarios, la firmeza en el exilio de Pau Casals, la “nova cançó” y Lluis Llach “al`Olimpia” y también sus “Campanades a mort” por los obreros asesinados en Vitoria, su lucha por el autogobierno nacional...

En Barcelona reconocí a la ciudad siempre atenta a la cultura que recibía la música de Beethoven y de Wagner en el Palau, donde en Julio de 1937 Schoenberg ensayaba con la orquesta “Moses und Aron” cuando comenzaron los bombardeos fascistas, donde Picasso y Picabia ensayaban su libertad, la ciudad a donde peregrinó el Quijote, y con él su autor, para alabar la industria del libro.



Allí como autor me sentí acogido y respetado sin que importase en que lengua escribía ni de donde venía ni que padrinos tenía, allí conocí a mi mejor editora y a los mejores editores y a la gente más inteligente y aguda de la industria del libro y de las artes. Y me descubro ante obras literarias como el “Quadern Gris” de Josep Pla, que si España considerase que la literatura en catalán también era suya, no es el caso, tendría por una de las cuatro o cinco obras grandes suyas del siglo XX. Naturalmente que también entreví las limitaciones y defectos de la sociedad catalana, los tiene como todas, pero mi admiración por sus virtudes está muy por encima. Sin ser catalán soy catalanista, lo confieso.

Todo lo resumo en que hubo un momento en mi vida en que me vi obligado por primera vez a plantearme marcharme de mi país, Galicia, y no dudé a dónde iría y dónde había un pueblo abierto que me podría acoger. No lo dudaba.

Y con esta Diada acaban de darnos una nueva lección de civismo y libertad. Para comprender cuán necesaria es esa lección hay que tener presente lo que ocurrió el mismo día en Madrid, un ataque fascista que no es ninguna anécdota. La medida de la libertad y del aire que se respira en la capital del Estado y en el conjunto del Estado la dará el tratamiento que se le dé a ese ataque: ¿se le aplicará la ley antiterrorista? ¿Serán ilegalizados y perseguidas esas organizaciones como hicieron los políticos y la justicia española en Euskadi? Y, cuando aparecen multitud de policías bien pertrechados cada vez que la ciudadanía defiende legítimamente sus derechos, ¿por qué no estaba en esta ocasión en las cercanías del lugar para protegerlo? Qué asco.

Lo que nos ofrecieron a todos los catalanes en su día fue ciudadanía libre y alegre frente a canallas amargados y matones. Al ministro que amenazó con el Ejército le oponen gente de todas edades con bocadillos, camisetas y banderas. No se valorará la dimensión de ese gran acto cívico si no se cae en la cuenta de que no era una manifestación como la que hubo hace unos meses. La Via Catalana fue el resultado de un trabajo organizativo de meses, cada persona se anotó y se dirigió al lugar donde le correspondía en el mapa de la cadena. No fue un calentón de un día o una semana, un momento de enfado que ocupa las calles, sino que cada ciudadano o ciudadana se buscó su camiseta y se apuntó con tiempo para ocupar su lugar correspondiente. No se trataba de una multitud de manifestantes sino de una ciudadanía organizada voluntariamente y desde abajo, hablamos de un pueblo decidido que tiene una decisión tremendamente madurada porque la ha ido elaborando a través de los años y de sucesivas experiencias que le fueron demostrando una tras de otra que el Estado español no reconocía sus demandas y no protegía su lengua ni tampoco sus intereses. No es una ocurrencia repentina.

En los últimos años cada vez que comenté el proceso social y político catalán con políticos de partidos estatales siempre me respondían “es que Mas...”, “realmente lo que quiere Convergencia...”, “...las banderas...”, “...es que la burguesía catalana...”, “es que Esquerra...”. Por más que les insistía repetían sus cómodos prejuicios y lo reducían a una dialéctica de partidos, casi nadie tuvo la humildad de ir desde Madrid a Barcelona y no digamos a otras ciudades catalanas a preguntar y escuchar a la gente. No comprendían que era la gente, no los partidos; Mas sólo se puso al frente de un movimiento social de gran profundidad porque no tuvo más remedio. Lo que hicieron los medios de comunicación madrileños y la política española fue menospreciar a los catalanes, reducirlos a una gente aturdida y conducida astutamente por unos malévolos políticos enemigos de España. Lo que hicieron fue negarle la dignidad personal a esas personas, precisamente a los habitantes de un país que siempre le dió lecciones de civismo a España. Tendrán muchos defectos los catalanes pero son una sociedad con una complejidad y densidad cívica como no conozco otra. Lo que ahora tienen delante es la realidad, los catalanes no eran unos chalanes aprovechados y unas sanguijuelas, como nos contaron, sino que tenían dignidad. Toneladas de dignidad colectiva y personal.

Hoy por hoy, de Cataluña sólo podemos aprender. Paul Celan escribió sobre una Alemania que era maestra de la muerte, Cataluña en cambio es una maestra de civilidad: mucho mejor le hubiese ido a España si la hubiese escuchado y aprendido sus lecciones. No quiero imaginar una España sin Cataluña.

Los franquistas invocarán la sagrada unidad de la patria y el deber del Ejército, aunque no lo hicieron cuando entregaron las provincias españolas del Sahara a la monarquía marroquí por orden de sus amos norteamericanos. Y los nacionalistas españolistas en general invocarán una constitución, dictada por Yahvé y que se bajó Moisés del monte, ya tenían en el Tribunal Constitucional a quienes la interpretaron en su día como les interesaba a ellos y ahora tienen presidiéndolo a Pérez de los Cobos, que ya nos informó de lo que piensa de los catalanes. Pero quienes creemos en la democracia y no somos catalanes tenemos el deber de reconocer que ejercen la democracia y su libertad y sólo podemos esforzarnos en imaginar el modo de que Cataluña sea lo que libremente desee su ciudadanía y que ello no suponga que pasen a ser gente extraña a nosotros. Pues así lo sentimos. 

sábado, 14 de septiembre de 2013

Motivos para la independencia de Cataluña de un historiador no nacionalista

La fuente original y los comentarios: 

UPDATE: Queridos amigos: la enorme cantidad de respuestas que ha generado este post me ha pillado completamente con el culo al aire, pensaba que quedaría entre el pequeño grupo de lectores habituales. Pero además, es un gustazo leer todas vuestras respuestas: a favor, o en contra, o a medias, se están exponiendo en los comentarios una cantidad tan ingente de ideas que he aprendido más en una sola tarde respondiendo -o intentándolo- que en un año entero leyendo prensa. Dado lo delicado del tema, y lo difícil que resulta hablarlo sin ponernos nerviosos, vale mucho la pena seguir con ello. Pero se me caen los ojos. O sea que si alguien comenta y su comentario no aparece, ya aparecerá mañana, no quiero dejar uno solo sin responder, aparte de los que estáis debatiendo entre vosotros. Un honor que dejéis por aquí vuestras palabras, os doy las gracias de corazón. No importa lo que nos digan los partidos, ni lo que nos digan los medios. Importamos nosotros. Que somos los que nos la jugamos. Hablemos)
A mí esto de la independencia de Cataluña me genera sentimientos encontrados. Normalmente esquivo el debate porque, en realidad, apenas me interesa, o digamos que sólo me interesa como revulsivo en una situación estancada. Pero a mi alrededor, como es lógico, todo el mundo está embarcado en este jaleo, muchos a favor, otros en contra. Y me resulta un poco complicado explicar mi postura porque antes de terminar de explicarla ya se me ha percibido como un “adversario”, o como “uno de los nuestros”, y no.
Una conversación tipo puede ser así:
PREGUNTA: ¿estás a favor de la independencia de Cataluña?
RESPUESTA: Sí.
P: ¡nunca hubiera dicho que tú fueras nacionalista!
R: No lo soy.
P: ¡Pero estás a favor de la independencia!
R: Sí.
P: ¿Crees que a Cataluña le irá mejor fuera de España?
R: No lo sé.
P: ¡Los políticos catalanes son igual de corruptos que los españoles!
R: Ya.
P: ¿Y sigues estando a favor de la independencia?
R: Sí.
Raro.
Para muchos, que alguien vea con buenos ojos la independencia de Cataluña solo es compatible con el nacionalismo, y con la permisividad con los corruptos propios. Y esto es totalmente falso: al menos en mi caso, y me consta que en muchos más.
Así que voy a intentar desarrollarlo aquí. Aunque mi opinión al respecto no creo que le interese a nadie, al menos me servirá para ordenar mis propias ideas.
AVISO: Si éste es un debate que te pone nervioso, casi mejor que no leas el artículo. No tengo ganas de discutir. De debatir sí. De discutir no.
AVISO 2: Cuando aquí hable de “referendum”, me refiero a un eventual referéndum vinculante que tenga consecuencias políticas. Lo que se está pidiendo en Cataluña en esta fase es, todavía, un simple referéndum consultivo. Para “contar” cuantos hay a favor y cuántos en contra. Y esto no voy a entrar a discutirlo, porque sencillamente es indiscutible el derecho a ser consultados.

La voluntad popular

Lástima que de esta voluntad nadie hace ni puto caso
Lástima que de esta voluntad nadie hace ni puto caso
El principal argumento de la gente favorable al referéndum (votando a favor o en contra, eso es irrelevante) es la voluntad popular. Y la verdad es que es un argumento incontestable: si la gente quiere pirarse de tu fiesta, tienes que dejarlos marchar, porque si los retienes contra su voluntad eso deja de ser una fiesta para convertirse en un secuestro. Hasta aquí, supongo que estamos todos de acuerdo, y quien no lo esté… pues es un secuestrador en potencia.
Y aceptemos de una vez que el movimiento independentista es fuerte. Hay un montón de gente en mi tierra con un gran fervor patriótico, que está íntimamente convencida de que si van por su cuenta les irá mejor. Que la idea sea correcta o incorrecta es irrelevante: recordemos que 10 millones de personas le han dado la mayoría absoluta a Mariano Rajoy, para el cual la cárcel es poco. Lo que importa ahora mismo es que EXISTEN. Por mucho que el nacionalismo español cierre los ojos y lo niegue. Existen, son un montón, y quieren algo, y no dárselo y tratarlos como una mierda no ayuda a que se calmen los ánimos.
Por tanto, primer principio: si la gente quiere responder a una pregunta, la obligación del gobernante es hacerles la pregunta, y que respondan y se atengan a las consecuencias que de ahí se deriven. Lo contrario a esto tendrá varios nombres, pero desde luego, “democracia” no es uno de ellos. Aunque lo ponga sobre el papel (no entremos hoy en lo idóneo o no de las sacrosantas democracias).
Pero para mí, esto no es un argumento en sí mismo. Vuelvo a recordar a Mariano Rajoy: el hecho de que una mayoría desee algo no significa que lo deseado sea intrínsecamente bueno. Sólo significa que es legítimo. Un motivo demasiado pobre como para que yo me decante por una opción u otra en algo que podría cambiar nuestras vidas de forma radical y desconocida.

El nacionalismo


Entonces entra en juego el fervor patriótico. Aquí patino: a mí es que las patrias me importan una mierda. De verdad. Me sabe mal porque choco con muchos amigos, pero es que me importan un carajo España, Cataluña, y la madre que los parió a todos. Los países no son nada, nos los hemos inventado pintando unas líneas y matándonos unos a otros. Los países parecen el paso lógico y natural en la organización humana, pero no por eso dejan de ser pozos de mierda abyectos creados a base de injusticias y crueldad.Cualquier actitud humana que no tenga como eje central a la especie humana en su conjunto me parece una postura biológicamente estúpida, peligrosa, y condenada a la desaparición en el tiempo largo. Los países, como los imperios, van y vienen. Lo único que permanece es el ser humano, al menos hasta que consigamos autoextinguirnos.
Por lo tanto, a mí no me conmueve la nación. Ninguna. Y los nacionalistas menos. No me gusta discutir con ellos porque casi siempre hablamos idiomas diferentes: ellos razonan su postura desde la emoción y el sentimiento, y yo no.
Nacionalismos
Y otra cosa al respecto: hay un montón de gente que es nacionalista y no lo sabe, o no quiere admitirlo. Normalmente el nacionalista catalán es proselitista y exhibicionista, van de cara, así que ya sabes a lo que atenerte, no hay problema. Pero los nacionalistas españoles son más “peligrosos”, ya que muchos van de tapados incluso sin saberlo. Nacionalista español no es el facha que escribe en Twitter que ojalá una bomba en el Camp Nou matara a todos los catalanes (o al menos, a todos los del Barça), o no sólo. Nacionalista español es aquel buen tipo que dice “hombre, a mí me sabría mal la independencia porque me gusta España tal como está”. Todos los que dicen que incluso están a favor del referéndum pero votarían en contra porque “le gusta España como está”, son nacionalistas españoles, aunque lo nieguen: tienen en su mente una idea de NACIÓN que LES GUSTA y por tanto quieren que siga igual sólo porque LES GUSTA. No hay nada racional allí. Sólo sentimiento.
Y el sentimiento no es un argumento que me haga decantar por una opción u otra.

La catatonia española


Pero ocurre algo muy serio: que España es un cadáver. El sistema político de los últimos 30 años está kaputt. No da más. La política es una comedia vergonzosa, los sindicatos han caducado en su forma actual, en la CEOE se comportan como unos hijos de puta, el sistema judicial está en entredicho, y la sociedad está en shock, o directamente les importa todo un comino.
Así nos hemos quedao
Así nos hemos quedao
Lo peor de esta crisis no es la pobreza: es que no tenemos plan. Fijaos en todas las medidas que se toman en España. En ninguna hay un plan de futuro. ¿Qué vamos a hacer de aquí a diez años? ¿Y a veinte? Nadie lo sabe. No saben ni cuándo saldrán de la crisis, porque no saben qué vendrá después. Y ZP primero, y Naniano después, se han encargado de ir minando la investigación científica hasta prácticamente liquidarla, lo que nos garantiza un retraso de un par de décadas respecto al resto de naciones avanzadas… como poco. Vamos haciendo pisos, casinos, ahora unos apartamentitos en la costa, ahora otro casino, chavales estudiando ruso para lograr oportunidades doradas como hacer de camarero en Tarragona durante el verano. ¿Y luego qué? ¿Cuando pase la crisis dentro de 4 o 5 años más y vuelva a haber algo de trabajo, (mucho más precario) entonces qué?
Nada. Estamos flotando en una especie de stasis catatónica, mirando alrededor sin comprender lo que ocurre ni visión de futuro alguna.
Y aquí, amigos, encuentro el argumento que necesitaba. De las situaciones de parálisis se sale con un revulsivo. Un shock que te despierte y te ponga las pilas. Y una eventual secesión sería un revulsivo de puta madre.
Cataluña ganaría el impulso del éxito, esa fuerza de cuando te salen bien las cosas (y más una que llevas siglos buscando) y estoy convencido de que resultaría un dinamizador social cojonudo. Además, el Govern se vería obligado a repensar todo el país, redistribuir la producción y la infraestructura de su territorio, que debería aportar al conjunto más de lo que ya lo hace, al menos si quieres mantenerte por ti mismo, así que laboralmente habría movimiento.
La corrupción seguiría estando ahí, sobretodo si conseguimos la independencia de mano de CIU y ERC. Pero bueno, hoy ya sigue estando ahí, no es que ganemos algo malo, es que nos quedamos con algo malo que ya traíamos de serie. Y hay ganancia: al menos,sólo tendríamos que luchar contra la corrupción de la Generalitat. Ahora tenemos que lidiar con la de la Generalitat Y la de Moncloa.
Políticamente, también sería un escenario interesante: sospecho que el binomio CIU/ERC se repartiría el bipartidismo de los cojones que nos tiene obsesionados, sustituyendo y complementando al PP/PSOE (quizá IU para entonces) de Madrid. Pero un nuevo país es campo abonado para nuevas formaciones políticas, y en el contexto actual de lucha contra el statu quo, CIU y ERC son el statu quo, así que la oposición es previsible e interesante. Quiero decir que a lo mejor te comes 10 años de mierda, y luego aparece un partido realmente innovador. Aunque esto ya es especular sin ninguna base, creo que el impulso daría para algo así.
¿Y España? Para España sería también muy positivo, por los mismos motivos. Seguramente sufrirían más al principio, eso es cierto, por la desigualdad entre los territorios. Pero me parece mezquino echarle la mierda a Cataluña: si después de 30 años de solidaridad interterritorial, los políticos de Andalucía o Extremadura aún no han sido capaces de solucionar los problemas estructurales de su jurisdicción, es a ellos a quien la población debe pedir cuentas, no al que ha estado poniendo el dinero.
En cualquier caso, al gobierno de España no le quedaría más remedio que redistribuir ellos también el territorio, crear nuevos ejes, una nueva ola de industrialización.
Dale la independencia a Cataluña, y en veinte años esta península no la reconoce ni su puta madre.
Y no precisamente para mal.
Metámonos eso en la cabeza: nos estamos obstinando en mantener una estructura y una idea que han demostrado ser fallidas, que ya han caducado.

El riesgo y la ganancia


En resumen: hay que perderle el miedo al cambio. En esta crisis sistémica, mantenerse en el statu quo es aferrarse al muerto, y si nos aferramos demasiado tiempo acabaran cerrando el ataúd con nosotros dentro. Es el momento de dejar el pasado partir, y fijar rumbo al futuro de una maldita vez.
Innovar.
Cambiar.
Probar otros caminos.
A mí me gusta muchísimo más la idea federal, es la que mejor encaja en la península sin meterle vaselina, pero como se la ha apropiado el friki de Pere Navarro, pues ya renuncio ni a proponerlo. Una lástima.
¡Viva la república federal catañola universal sosialista!
¡Viva la república federal catañola universal sosialista! (Imagen encontrada aquí)
No me queda entonces más opción que la independencia. Se me antoja lo más justo, lo más interesante, y lo más racional.
¿Riesgos? Los que quieras. Podemos irnos todos a la ruina y volver a conocer el hambre generalizada. Podría incluso resurgir la violencia, y no tengo yo tan claro que Europa fuera a mostrarse firme ante un golpe militar. Sí, hay infinitos riesgos.
Pero es que no nos queda más remedio que asumirlos

¿Acaso queda alguien todavía que cree que cuando esto acabe volveremos a los felices años antes de la crisis? Despertad de una vez, cojones. Ya vais tarde, maldita sea. España ha muerto, el modelo económico ha muerto, esto va a cambiar queramos o no. Mejor tomar las riendas, o al menos intentar dirigir esos cambios, ¿no? ¿O preferís quedaros sentados mirando la tele a que os digan el nombre de vuestro próximo dictador?
En otras palabras: no tenemos nada que perder porque el sistema ha muerto y va a cambiar.
Pero sí tenemos todos mucho que ganar.

Anticipación a las críticas

Sería genial que os animarais a dejar vuestra opinión en los comentarios, y que pudiéramos discutir (en el buen sentido. Téngase presente que aunque escribo y hablo de manera a veces categórica, asumo que puedo estar equivocado en muchos puntos). Pero ante la probabilidad de que entre alguien cabreado con los argumentos anti-independencia de costumbre, quisiera anticipar las respuestas. Si estás de acuerdo con lo arriba dicho esta parte puedes saltártela si quieres. Que con la mierda de theme que tengo en mi blog, ya te deben sangrar los ojos (lo siento):
  • ¡CIU y ERC también son corruptos!: Ya, arriba lo dijimos. Da igual. No conseguir la independencia tampoco nos va a librar de los corruptos. Pero si España se libra de los nuestros, y nosotros nos libramos de los españoles, ¡todos lo tendremos un poquito menos imposible! Como dicen los gurús del emprendimiento, es un “win-win”.
  • ¡Lo de la independencia lo sacó Mas para desviar la atención de sus corruptelas!: Falso. Mas utilizó el impulso independentista. Pero ese impulso ya existía desde mucho antes, se ha gestado durante décadas, y no precisamente gracias a Artur Mas.
Empiezas las campañas así...
Empiezas las campañas así…
...y las acabas así
…y las acabas así
  • ¡La Constitución no lo permite!: Alguien preguntó en Twitter “¿Vivimos en una democracia, o en una constitución?”. Y no hase falta disir nada más. Bueno, sí: que no me hagáis reír. En esta Constitución se mea ya hasta Dios. Otro cadáver.
  • ¡Os echarán de Europa!: ¡Sí, por favor! Estoy totalmente en contra de este modelo de construcción europea, y si me dicen que nos echan, entonces voto aún con más ganas que sí. Es un tema demasiado extenso para explicarlo aquí, lo mismo un día le dedico un post. En cualquier caso, no creo que cayera esa breva. Económicamente, a Europa no le sale a cuenta sacar a Cataluña de su órbita. Además, el inevitable proceso de construcción europea sólo culminará cuando las barreras y distinciones entre naciones desaparezcan por completo, y para ello es fundamental desnaturalizar las naciones, convertirlas en ideas obsoletas, para que la gente ceda su soberanía a Bruselas. Tengo toda la sensación de que “romper España” les viene bien para construir Europa (aquello de cascar algunos huevos para hacer una tortilla) así que no creo que pongan muchas pegas llegado el momento. Aunque quizá me equivoque. No tengo la suficiente información.
  • ¡Queréis levantar fronteras!: Otra tontería. Esto rasca algunos votos para Ciutadans y PP, pero no tiene el menor sentido. ¡Joder, sólo tenéis que mirar a Europa! ¿Has tenido muchos problemas tú para atravesar la frontera con Francia? ¿Resulta una pesadilla burocrática viajar a Alemania o a Inglaterra? ¿Entonces? ¿De qué cojones estamos hablando? Especialmente patética fue la imagen electoral que utilizaron los de Ciutadans, con una barrera en medio, y a un lado un guardia civil, y al otro un mosso. ¿Es que acaso estamos en el siglo XIX? Además, si es que es de sentido común: ¿quién podría estar interesado en poner una frontera entre España y Cataluña? Ambos somos el principal mercado del otro, y tenemos repartidos amigos y familia por toda la península, poner una frontera es una estupidez. Lo más gracioso es que en Cataluña nadie quiere eso, nadie lo ha comentado (nadie serio, o que no esté loco) ni forma parte del programa. Os invito a leer entrevistas a Mas o Junqueras o cualquier otro agente. No titulares de “La Razón”. Entrevistas completas. Todo esto de las fronteras lo saca constantemente el nacionalismo español, pues bueno, para agitar el trapito a ver quién embiste. Pero dudo que tuvieran cojones de llevarlo a cabo llegado el momento: se morirían de hambre unas semanas antes que los catalanes. Y si lo hicieran, tened por seguro que sería decisión de Madrid. Nunca de Barcelona. Cuando se habla de independencia se habla de manejarse sus propios asuntos, no de encerrarse en una cueva para no hablar con nadie y que nadie pueda entrar ni salir.
  • ¡Las empresas se marcharán de Cataluña!: Es irrelevante. En primer lugar, trasladarse siempre es difícil, y Cataluña es un mercado amplio con cierto poder adquisitivo y de consumo, así que a muchas empresas les seguirá interesando quedarse aquí. Y las que no, buen viaje y buena suerte: el nicho vacío será ocupado rápidamente por nuevas empresas. Personalmente, a Lara (de Planeta) le prefiero lejos. NOTA: Quede claro que estoy hablando en términos absolutos. Si bajamos a pie de calle, a nivel personal, es evidente que una eventual fuga de empresas es un problema para sus trabajadores. Pero sospecho que la Generalitat algo apañaría, e insisto en que el nicho se llenaría rápido. Aquí es donde debemos aceptar (o no) el reto a nivel personal y familiar. Yo lo acepto, y por eso votaré sí. Pero puedo entender perfectamente que mucha gente no lo haga, aunque no lo comparto. Ahí, nada que objetar.
  • ¡Echaríamos al Barça de la Liga!: ¡Ésta es muy buena! Os juro que la he leído ya varias veces, y nunca sé si reír o llorar. Demuestra una edad mental de unos 5 años. Punto uno: me importa una mierda el Barça. Punto dos: no hay cojones. Con los irracionales millones que se mueven, ¿cómo van a romper la Liga para que se fastidie el Barça? ¿Qué pasa entonces con el Madrid? ¿Dónde queda la “grandeza” de Uno si no tiene al Otro? Y punto 3: que el fútbol sea un argumento en un debate tan importante como éste es para pegarse un tiro.
¡A éshte shi que le voy a pegar yo un tiro como osh larguéish!
¡A éshte shi que le voy a pegar yo un tiro como osh larguéish!
  • ¡Cataluña nunca ha sido un reino independiente!: ¿Y qué? ¿Dónde está escrito que tengas que serlo en el pasado para que se te otorgue en el futuro? ¿Acaso los Estados Unidos habían sido un reino? Una comunidad se hace independiente porque le apetece y lo siente así, y punto.
  • ¡Pero es que esto de la independencia se lo inventó Pujol y le lavó el cerebro a los niños catalanes!: Otra vez, ¿y qué? En primer lugar, ahora ya es tarde. Aún en el caso de que la educación catalana haya estado marcadamente orientada a la construcción de una realidad nacional (algo en lo que yo no sería muy categórico… que yo me eduqué en ese sistema, ¿eh?), no podemos cambiar el pasado, y el resultado es que HOY hay un MONTÓN de gente con ganas de marcha territorial. A efectos prácticos, es lo único que importa. Y en segundo lugar, es muy discutible eso de que la independencia se la acaban de inventar. Claro que ha habido ingeniería social, y por ejemplo TV3 es un gran articulador del sentimiento de país, no lo niego. Pero desde los Reyes Católicos que en Cataluña han existido movimientos, intentos, e incluso guerras, con el objetivo de separarse de Castilla. Que la cosa viene de lejos, vamos.
Pero ya me he alargado bastante. Si has llegado hasta aquí, debes odiarme por el tipo de letra. Os prometo que en cuanto pueda cambio el theme.
Lo bueno es que me he vaciado, y ya tengo las ideas un poquito más ordenadas en mi cabeza.
Cuidaos, amigos!

viernes, 23 de agosto de 2013

“ESPAÑOLIZAR” O EL PECADO DE SER CATALÁN

Francisco Javier Cubero Egea va néixer a Badalona (Barcelona, Espanya) el 1960.


Llicenciat en Filologia Hispànica per la Universitat de Barcelona i tècnic especialista en Arts Gràfiques, actualment desenvolupa la seva tasca docent en el programa de Graduat Superior de Disseny de l’Escola Elisava, centre adscrit a la Universitat Pompeu Fabra, i al Col · legi Santa Teresa de Lisieux de Barcelona, on és professor de llengua i literatura.


Autor de diversos llibres inèdits de poesia, poemes seus han aparegut en diverses revistes espanyoles i d’altres països com Argentina, Colòmbia, Mèxic o Perú. Ha publicat “El corazón de limo” (Barcelona: Paralelo Sur Ediciones, 2007).


És el creador i editor del portal d’Internet eldigoras.com i director de la revista de literatura Paralelo Sur, publicació semestral en paper editada a Barcelona.


Ha escrit aquest magnífic text que convindria que llegís el Sr Ministre Wert, cosa que dubto que faci. Deu tenir altres feines més importants…



“ESPAÑOLIZAR” O EL PECADO DE SER CATALÁN


Haber nacido en 1960 me proporciona una cantidad considerable de recuerdos, entre ellos el de un niño de 6 años que cada mañana, en el patio del colegio, cantaba el “Cara al sol” con el brazo en alto, como si fuera un juego, mientras una bandera, roja y gualda, ascendía por el mástil.

De aquella época es también una fotografía de escolar dócil posando ante un decorado de libros, con un ventanal de cipreses pintados al filo de un arroyo, un busto de Cervantes y un mapa político de España. Una fotografía en blanco y negro coloreada con anilinas tristes ya, de tiempo y de experiencia.

Quien supo de materias obligadas, como una Religión centrada en el pecado y en la culpa o aquella denominada Formación del espíritu nacional guiada por el odio y por el miedo para cultivar un nacionalismo español de hoja perenne, oye ahora mensajes parecidos, bajo la misma bandera que esconde el águila aunque esté claro que mantiene las garras afiladas.

Así el país, aquel país tan impuesto como ficticio, vuelve hacia el blanco y negro maquillado de anilina, de la mano de un ministro de Educación apellidado Wert: «Sí, nuestro interés es españolizar a los alumnos catalanes».

Fui un alumno catalán curiosamente españolizado. Mi madre, nacida en Granada, contrajo matrimonio con mi padre, nacido en Zamora, y algún tiempo después nacía yo en la ciudad de Badalona. El catalán estaba perseguido por el nacionalismo español gobernante, la escuela era en castellano, la ideología venía de la mano de aquellas enciclopedias Álvarez que, sin embargo, recuerdo con afecto. El tiempo tuvo que llevarse la mitad de mentira, de imposición y de odio que contenían ciertas enseñanzas. Algo debió ayudar tener buenos maestros que no eran catalanes, una madre cariñosa e inteligente que les pedía a los vecinos que nos hablasen catalán a mi hermano y a mí, o un abuelo andaluz tan republicano como honesto.

Pero los vecinos que eran catalanes nos hablaban en castellano, ¿quién sabe cuánto de cortesía y cuánto de miedo podía haber en aquella buena gente cuyo pecado principal consistía en ser catalanes y hablar catalán en Catalunya? ¿A alguien se le ocurre que se le pueda prohibir hablar su lengua a un castellano en Castilla? Ahora parece que la memoria es frágil, aquí no sólo se persiguió al republicano, también se persiguió al catalán sólo por serlo, algunos se olvidaron pronto o se inventaron otra historia.

Crecí en un país cuyo interés era españolizar a los niños catalanes. Aunque yo no hablaba catalán tuve que acostumbrarme a ser “polaco” y decidí aprovechar, a los veinte años, el Servicio militar obligatorio que me llevó a Sevilla para empezar a hablar un catalán titubeante con aquellos catalanes que no me conocían. Así, cuando volví, empecé a construir mi segunda lengua, el catalán, a pesar de un franquismo que pensábamos muerto, a pesar de una educación españolizante, a pesar de quienes nos llamaban polacos, como si fuera una broma, como si no se destilase en el apelativo ese odio ancestral de “lo español” hacia lo diferente, ese afán de imposición y tabla rasa.

Empecé a hablar catalán por voluntad propia y por convencimiento de que esa lengua debía ser tan mía como la otra, por vivir en una tierra integradora a la que durante mucho tiempo se le ha negado su esencia de nación. Y eso nada tenía en contra de España, de una España ideal que siempre ha sido bombardeada desde la Meseta y desde sus aledaños. De una España que fuera tan integradora como Catalunya, que estuviera orgullosa de una diversidad real. Una España que hoy ya parece imposible.

Pareció un proyecto viable en la mal llamada Transición, donde hubo ejemplos de diálogo y donde las concesiones a la presión de la oligarquía franquista y de un ejército contaminado dieron a luz una Constitución pactada que, a pesar de todo, podía suponer un marco de convivencia. La politización de los tribunales acabó con ese sueño y un Tribunal constitucional manipulado y disminuido en número demostró que lo votado en un parlamento y refrendado por la mayoría de una población podía ser deshecho por un puñado de magistrados. ¿Democracia?

El 11 de septiembre de 2012 salió a la calle un pueblo cansado de tres siglos de incomprensión, cansado de la continua involución de la política española, cansado de la corrupción de la casta política, cansado de la gestión de la crisis financiera. No es el dinero lo que mueve las banderas independentistas, es la dignidad que un día y otro pisotea esa Castilla antigua que se llama España.

Y la respuesta es el insulto y vuelve a ser el miedo. La respuesta es seguir intentando arrinconar la lengua hermana en ese cainismo miserable que lastra la historia de lo que pudo ser España y hoy no es más que el Estado español. Ahora nos dicen que no somos soberanos, que no podemos decidir nuestro futuro, ni los catalanes de padres catalanes, ni los catalanes de padres castellanos, extremeños, andaluces… Esto es la democracia española, escrito en castellano, con el dolor de quien creyó en una democracia verdadera y hoy se pregunta a qué espera el 15M, a qué esperan los verdaderos demócratas para salir a denunciar en la calle el regreso del odio, de la intransigencia, de la uniformidad.

Soy profesor de castellano en Barcelona, mis alumnos hablan dos lenguas con el mismo orgullo, el castellano con un dominio similar o mejor que el de la mayoría de los niños de Castilla. En mis clases de castellano no hay ideología, hay reflexión. Hay lengua, una lengua castellana hermosa y rica, con una tradición literaria que está muy por encima de la política cicatera de estos tiempos. Mis alumnos no necesitan que venga nadie a españolizarlos, quieren crecer libres y ser demócratas y que se les acepte porque son personas y no porque puedan ser votantes. Son catalanes en un sistema educativo integrador, donde la lengua vehicular es el catalán, la lengua propia de Catalunya. Esa Catalunya que pudo ser nación española y que tendrá que ser nación europea, lo que siempre ha sido; pero de la mano de un independentismo gestado fuera de Catalunya por los intolerantes.

¡Qué lástima que en el resto de España haya tan poca empatía, tan poca capacidad de entender lo diferente!
Mañana es 12 de octubre, no voy a celebrar vuestra incomprensión. Ser catalán era, para muchos catalanes, la única manera de ser español; ahora será la única forma que tiene un catalán de ser europeo.

No soy nacionalista, los nacionalistas son Wert o Rajoy, el que calla. Soy catalán, señores, mi padre es de Zamora, mi madre de Granada. No voy a alegrarme ni voy a repartirme cuando llegue la independencia. Soy catalán, votaré por esa independencia, y espero que algún día podamos ser buenos vecinos, al fin y al cabo soy profesor de castellano, esa lengua que otros llaman español.

sábado, 22 de junio de 2013

Falsos iluminados, shaolines y discursos vacíos


Diario Público es uno de los medios digitales que sigo. En otras miradas, aparece un artículo que me recuerda a algunas personas que se han ido cruzando en mi camino, que están llenas de discursos vacíos.

Juan Gorostidi Berrondo

Director de Tai Chi Chuan eskola de San Sebastián

Aunque el caso del asesino de Bilbao impacta en primer lugar por la elección de sus víctimas y la forma de realizar los crímenes —mujeres inmigrantes vulnerables, torturadas y descuartizadas—, no es el tema en el que quiero reparar aquí: una expresión extrema de la potencia impotente del macho humano en su particular guerra de sexos.
Trataré del “asesino disfrazado de monje budista” en lo que se refiere al disfraz y su discurso evitando la simplificación del supuesto ataque repentino: “algo se cruzó por su mente despertando su lado más oscuro y la armonía budista se hizo pedazos”. Prefiero conjeturar una línea lógica que atañe también a la psicosis y su particular coherencia.
Juan Aguilar ha sido y sigue siendo una estrella mediática que, muy acorde a los tiempos, no ha dejado de darnos pistas audiovisuales. La última, ese vídeo de 2013 presente hoy en todos los periódicos. Vestido con sus mejores galas y en un escenario delirante, exhibe su gran cuchillo, lo mueve y acaricia, se rasura un brazo antes de arrancarse con sus piruetas circenses. Esta exhibición está intercalada por un discurso escrito que muchos de sus colegas firmarían: “En mí viven y fluyen decenas de estilos y formas. Desde hace años, mi camino no es repetir secuencias estancadas por siglos de tradición o transformados por olvidos, modas, evoluciones o reglamentos de competición. Llevo años sumergido en el proyecto de forjar mi propio camino, aplicando todos los estudios que he realizado para desarrollar el Dharma y la esencia del Zen: dominar la mente y el cuerpo de manera suave.  Aspiro a ser más sensible que mi enemigo y no más temible. Quien no cultiva el verdadero Zen no alcanzará la verdadera perfección”.
¿Debemos prestar atención al discurso de alguien que ya tiene en mente pasar a la acción, o es mejor descartarla y seguir escuchando ese mismo discurso y parecidas escenografías en boca de personas razonables?
Estamos habituados a reconocer los discursos fanáticos en boca de locosdefensores de posiciones religiosas integristas o de otras formas de extremismo social o político, distinguiendo lo razonablemente defendible de lo que es social y políticamente inaceptable. Toleramos tales discursos siempre que no pasen al acto, pero no dejan de inquietarnos acaso porque tras todo extremismo hay un intento de generalización: “nosotros (lúcidos, valientes) tomando la palabra y actuando en nombre de todos (embotados, cobardes)”. Pero habría que reconocer lo que tales discursos y actos dicen de nosotros, aun cuando la distancia resulte indiscutible para cada uno. Recuerdo, en este sentido, la reciente novela de A. Baricco, Emaús(Anagrama, 2011), en la que ahonda en el incómodo trasfondo de locura de la educación católica de los años 70: “Con el equipamiento de serie de la normalidad venía incluido, irrenunciable, el hecho de que éramos católicos –creyentes y católicos. En realidad, era la anomalía, la locura con la que refutábamos el teorema de nuestra simplicidad, pero a nosotros nos parecía todo muy normal, reglamentario. Uno era creyente y no parecía que existiera otra posibilidad […] Era la semilla de alguna forma de locura”[1]. Se insiste en fomentar hoy, con la “vuelta de la religión” en el nuevo siglo, la capacidad de detección de tales “semillas de locura”, siendo como somos herederos de una tradición especialmente rica ensoluciones extremas: “…ya en los escritos del apóstol de la universalidad [san Pablo] se promociona un amor que en caso de no ser correspondido se transforma en mezquindad maníaco-aniquiladora. En la fisionomía de los monoteísmos universalistas ofensivos va impresa la decisión de los predicadores de causar pavor en nombre del Señor” (Celo de Dios, sobre la lucha de los tres monoteísmos. Peter Sloterdijk, Siruela, 2011). Pero ¿qué nos ocurre ante los discursos vacíos de origen oriental? ¿No pretendemos ciertos occidentales aligerar el peso de nuestra propia carga dejándonos seducir por referencias al Vacío sustancial, a una Nada metafísicaque ataje radicalmente la incomodidad propia de ser algo?
Se ha producido un vasto juego de seducción que dura décadas entre el problemático devenir de nuestra civilización y una supuesta sabiduría que proyecta sobre el Extremo Oriente la representación de todo lo carente entre nosotros. Si aquí hay materia, allí espíritu; si aquí estrés, allí calma; si aquí superficialidad, allí hondura; etc. Cierta divulgación científica trata de explicar que los avances teóricos punteros en física no hacen sino corroborar las intuiciones milenarias de la “sabiduría oriental”. El éxito mundial de Fritjof Capra con su Tao de la Físicainaugura esta tendencia explicitada entre nosotros con el éxito de más de quince años del programa Redes de Punset. ¿Es algo casual que en tal programa fuera recibido alguien como Aguilar como experto en las “Artes Marciales” y su “filosofía de vida”?
El monje budista neozelandés Brian Victoria publicó en 1997 un estudio sobre la implicación del budismo en el militarismo imperial japonés durante las décadas previas a la Segunda Guerra Mundial titulado Zen at war. En él, algunos de sus maestros más influyentes –muchos de los que después se encargarían de la formación de la primera generación de maestros norteamericanos tras emigrar con la derrota militar– se expresan sin ninguna ambivalencia sobre lo que su religión implica en relación a aquella guerra: “Si se os ordena marchar, pues ¡adelante, adelante!; cuando se ordene disparar, pues ¡pum, pum! Esta es la manifestación dela sabiduría suprema de la iluminación”. “El zen es sumamente preciso en cuanto a la necesidad de no detener el fluir de la mente […] Si uno oye pronunciar su nombre, debería responder sencillamente ‘Sí’, sin detenerse a considerar la razón por la cual ha sido llamado […] Creo que si uno es convocado a morir, no debería sentirse ni siquiera mínimamente agitado”. “La religión [budista] ante todo debe intentar conservar la existencia del Estado  […] No es realmente él [el soldado] sino su espada quien provoca muerte. Él no tiene ningún deseo de hacerle daño a nadie, pero el enemigo aparece y se convierte en víctima. Es como si la espada cumpliera automáticamente su función de justicia, que es la función de la misericordia” (las cursivas son mías). No se trata de posturas excepcionales o sólo japonesas. El budismo no se salva de las aplicaciones que el poder instituido ha realizado de las corrientes metafísicas o religiosas. Basta recordar con Rodríguez de Peñaranda que “el budismo tibetano, y con él la mayor parte del budismo mahayana  [zen japonés, etc.] retoma su asiento en una metafísica absolutista calcada del monismo clásico de la India”.
Como la historia ha demostrado, un discurso vacío como el que aparentemente ofrecen las corrientes orientales reconocidas como budismo, taoísmo o hinduismo, es perfectamente adaptable tanto a los planteamientos imperialistas más agresivos como a ciertos delirios esquizoides.
Ante el supuesto “experto en artes marciales”, los portadores de cierta legitimidad en ese campo se han apresurado a subrayar la impostura de Aguilar, pero no hace falta ser muy agudo para ver en las maneras tanto deportivas como rituales de las “artes marciales” un reducto marginal de lo que en otras épocas se realizaba en ámbitos castrenses o paramilitares: los juegos de poder en rígidas jerarquías, la fascinación por las armas o el cultivo de “valores” como el arrojo, la obediencia o la entrega desmedida a cierto virtuosismo agresivo. Más valdría a los impulsores de dichas disciplinas pararse a considerar los aspectos perversos de tales prácticas para distinguirlos de otros francamente interesantes e incluso necesarios, en lugar de reducir nuestra consideración a la autenticidad o falsedad de un loco. O reconocer que hay algo patéticamente auténtico en la impostura del “monje Aguilar” cuando despliega su parafernalia de disfraces, altares, armas y acrobacias. En todo eso, como en su delirante discurso, no pasa de ser un simple imitador. Algo avanzaríamos si reparáramos en lo sintomático de tales alardes de poder tan bien vistos en la exaltación social de lo deportivo.